Cuento para pequeños y con cana

ERA UN POBRE RATONCITO

Era un ratón muy juguetón., que de las trampas se libraba, más..

A Ione Belarra no hacia caso, ni a Putin se parecía...

ERA UN POBRE RATONCITO
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Era un pobre ratoncito

ERA UN POBRE...

Era un día de esos soleados de principios de verano, con la temperatura superando los 30º, donde una sombra se agradece, un cobijo fresquito y con comida es casi el paraíso. 

Salí al jardín y para que se ventilara la casa, deje las todas las puertas abiertas, lo de ventilar es una excusa, uno que es un despistado patológico, por no dar tantas explicaciones, es más fácil una mentira piadosa, que una verdad dolorosa.

El caso es que alguien vio la oportunidad de invadir nuestro territorio, en una maniobra relámpago se metió en la casa. Lo hizo tan rápido que no nos dimos ni cuenta. Así estuvimos conviviendo en armonía unas horas, hasta que el invasor tuvo la mala fortuna de tropezarse con una escultura mía. Vamos, cuatro maderas suelas que simulaban una casa y unos muñecos de inocentes, por aquello de las víctimas de las sentencias de derribo y la gran injusticia que se está cometiendo con las familias.

A lo que vamos, el invasor al tocar las maderas, estas no estaban pegadas y cayeron al suelo, con un ruido que a Mª. Carmen, mi mujer, le pareció un terremoto. Corriendo fui a ver lo que pasaba, pero el invasor hábilmente ya se había escondido detrás del armario, desde allí vigilaba nuestros pasos.

Cuado ya lleva mucho tiempo escondido, parado y aburrido, decidió darse un garbeo por la casa, pensando que estábamos echando la siesta, cosa que desde luego en mi caso era cierto, pero “hete aquí” que Mª. Carmen estaba mosca, y tenía un ojo para la película _de esas dulzonas de la uno_ y el otro para el pasillo.

Aquí vino la tragedia, de repente Mª. Carmen gritó como una posesa, a mí casi me da un infarto, yo que estaba en el séptimo u octavo sueño…

- ¿Qué ha pasado?, ¿por qué chillas?
- ¡¡El ratón!!, ¡¡el ratón, está en casa!!, ¡¡hay un ratón en casa!!
- Vale, pues dile que se vaya…
- Tú estás tonto o te lo haces…
Cambie el tono, que igual cobraba yo, en lugar del ratón.
- Pero le has visto.
- Si, y él a mí. Se ha ido corriendo para las habitaciones.

Lo cierto es que Mª. Carmen estaba de los nervios, tiene esa fobia tan común a estos lindos animales, como los consideran allá por oriente. En seguida se les etiqueta, ¡¡hay una rata!!, ¡¡hay una rata en casa!!, y uno tiene que estar con mucho cuidado, no sea que se refieran a él, aunque estaba vez, que yo recordara, no había hecho ninguna de las mías.

La lucha de miedos es terrible, aunque creo que no han inventado “todavía” un medidor de los mismos, ya que si lo ponen a Mª. Carmen y al ratoncito de campo, la cosa hubiera estado muy igualada. Uno escondido de bajo la cama y la otra con la escoba en ristre, a por el invasor, eso si, temblándole las piernas. 

- Mira, tú por ahí que debe estar en nuestra habitación,

¡¡Me arrodillaba en penitencia!!, por todas mis fechorías, pero esas las contaré otro día. Le decía a mi amada esposa:

- Aquí no está, no lo veo...

La escena era de fotografía mundial, "la Mª. Carmen" dando escobazos a diestro y siniestro, sin ton ni son, Yo allí de rodillas … Así fuimos como en un viacrucis repitiendo la escena habitación por habitación. Ya tenía las rodillas y casi despellejadas, _bueno, uno es un poco exagerado y "la Mª. Carmen", ya había barrido el suelo, las paredes y el techo a escobazos limpios. 

Wally, como bautice al pobre ratoncito, por razones obvias, él no aparecía, pero debía estar como yo, de rodillas rezando para que a Mª. Carmen se le pasará el cuarto de hora…

En un juicio rápido y sumarísimo, decidió como juez único de Tribunal Supremo de su casa,
- “hay que cargárselo”. Esa rata no puede estar pululando por la casa, llenándola de gérmenes, zampándose la comida o peor royendo mi ropa…

Ese juicio ya no tenía recurso posible, “alea jacta est”. La suerte estaba echada para el pobre Wally, pese a mis conocimientos de derecho no he sabido defender, adecuadamente, otro lunar en mi larga carrera.

Mª. Carmen, que no paraba de limpiar, me recordaba a una serie de estas turcas, que son unas hermanas obsesionadas con la limpieza, Ella limpiaba y limpiaba y no pises ahí, no dejes eso ahí, y no…, y no… buf, que ganas de huir con el ratón, pero no lo pienses muy alto que te puede oír.

Hice un último intento, por salvar la vida del ratoncito invasor, e intenté marcarme “un Ione Belarra”, pacificar mediante el diálogo, pero hay cosas que, además de no ser, son imposibles. Por una parte, Mª. Carmen no quería ni oír hablar de diálogo y por la otra, el ratón que no me contestaba. Claro, que cuando una no quiere y el otro no habla, no hay Dios que puede hacer una negociación. Así estamos en Ucrania y así nos va a todos...

A Mª. Carmen poco a poco se le fue ablandando el corazón _ que ella es un encanto _ y acepto dejar las puertas abiertas para dar una salida digna al invasor, para ello había leído en esa gran consultoría, que todo lo sabe, de Google, que a los ratones no les gusta el olor de la menta, la hierbabuena, _estos no se han tomado un buen mojito_ lavanda, la albaca. Vamos, que pusimos la casa como el jardín de las esencias, aquello era algo más que un ambientador, tuve casi la intención de aprovechando que las puertas estaban abiertas, huir yo también.

Es cierto, que estos animalitos que son capaces de vivir en las cloacas, como para impresionarse por el olor de hierbabuena o la albaca, si es que nos falta un hervor o dos… Nos creemos cualquier cosa que vengan bien a nuestros propósitos

El pasillo de la casa parecía el botánico, el tiempo fue pasando y la paciencia de Mª. Carmen, que estos días había comprado poca en la farmacia, se iba acabando. Por mi parte, empezaba a inquietarme con tanto olor, tenía la impresión de estar medio borracho sin beber. 

Visto y comprobado que el plan A había sido un rotundo fracaso, el invasor no se marchaba ni con agua hirviendo. Mª. Carmen decidió pasar el B. Me mando al garaje a buscar las trampas para ratas, ya que durante un tiempo, tomaron posesión del mismo, llegaron a ser tantas que ya no dejan entrar.

Colocadas esas trampas, Mª. Carmen, primero le puso un trozo de jamón york, yo le decía que mejor jabugo, pero me miraba con cara de pocos amigos, así que “ mutis por el foro…”

Wally que es más listo que los ratones colorados, enseguida olió que había comida y en un descuido se lo zampo, sin que la trampa cayera…

- ¡¡Ves!!, ¡¡ves!!, ¡¡se la ha comido y no se ha ido!!, ¡¡está aquí…!!

Yo había intentado desviar la situación diciendo que con tantos olores, ruidos y gritos, seguro que ya estaba por el monte con sus amigos tomando unos potes, pero la prueba del jamón york, desbarato mi mentira piadosa…

Mª. Carmen, que es mujer de fuertes convicciones, dijo, pues, si con jamón nos has caído, verás ahora, y le puso un trozo de chorizo, que se olía a siete millas a la redonda. Estuvimos todo el rato, o eso pensábamos, mirando si Wally se zampaba el chorizo, y la trampa a él, pero nada, de nada.

Unas horas después, Mª Carmen vuelve a chillar.


- ¡¡Se lo ha comido!!, ¡¡se lo ha comido!!,


- Vale, vale, que le vamos a hacer, nos va a salir caro el ratoncito.


- Ponle un trozo de queso, que en los dibujos animados, eso es "mano de santo".


Me fui a mirar otra vez a la consultoría Google, para mi sorpresa, decía que lo del queso y el ratón es un mito más falso que una moneda de 4 euros, les huele el queso y les gusta, pero donde esté un buen chorizo o un buen jamón… lo importante es la intensidad del olor y que le sea agradable. Digo, igual les gusto el cabrales, pero no está el horno para bollos, ni para tomar el pulso…

Otra vez la trampa preparada con un trozo de queso, denominación de La Mancha, estuve para ponerle un vinito de Campos de Criptana…, ya que va a morir, que al menos disfrute, pensaba…

No sabemos ni como, ni cuando, pero Wally se comió el queso y no se bebió el vino, porque no se lo había dejado, vamos que nos está tomando el pelo.

Le dije a mi mujer:

- Esta dieta que le estás dando a Wally no es ni equilibrada, ni balanceada, a ver si le va a subir la tensión, por la acumulación de colesterol en vena, que eso también es muy peligroso, lo dicen 9 de cada 10 médicos, y a ver si se va a morir de un infarto.

No había acabado de hablar y ya me había caído una colleja, 

- Si te callas y buscas el ratón igual mejor

La mente humana tiene muchos recursos, y la de Mª. Carmen más, así que sofisticó la trampa mortal, le puso un trozo de chorizo, pero atado con hilo casi imperceptible. Lo que obligaría a Wally a tirar mucha más para llevarse el trozo de chorizo y la trampa le cortaría la cabeza; esto es, la guillotina de la revolución francesa, pero para humildes ratones de campo.

Lo cierto es que allí estuvo el chorizo durante horas, nos fuimos a dar una vuelta, a cenar con unos amigos, me acordaba del pobre Wally, que igual estaría comiendo su última cena, pero tenía esperanzas con lo listo que era, seguro que corto el hilo se volvió a comer el chorizo.

Eran casi las 12 de la noche, de la hora de autos, al abrir la puerta Mª. Carmen volvió a chillar, 


- ¡¡Ha caído!!, ¡¡ha caído!!.


Allí yacía, con la cabeza cogida por la trampa, el pobre Wally y sin dejar testamento… 

Lo saqué detrás de casa, subí un trozo del monte y fui a enterrarlo. Cuando estaba haciendo el agujero para depositarlo en mismo, giró la cabeza y me guiño un ojo y ante mi estupor me dijo:

- Oye Andrés, ese hoyo, igual, es muy pequeño para ti…

- Por cierto, la comida no estaba mal, pero no me habéis dado ni un poco de postre.

Huyó con la sonrisa de oreja a oreja por haberse quedado con nosotros, de verdad. 


Hay quien puede intentar sacar paralelismos entre en invasor ratón y Putin, eso sería muy cruel, para el amigo Wally, él no mato a nadie, solo buscaba un poco de comida, quizás para llevar a sus pobres crías que no estarían muy lejos.

ERA UN POBRE RATONCITO
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